Que gane el mejor || Christian Grey.

Tamborileó los dedos sobre la mesa; la lúgubre estancia se cernía sobre ella más incluso que la tímida luz de la vela que iluminaba sus manos. El vaso medio lleno, de líquido ambarino que quemaba como las llamas que habían consumido su alma, si es que alguna vez había gastado de eso. Y es que había sido tan fácil salir del colegio como siempre, un juego al que no podía perder porque era la ganadora absoluta. Daphne Greengrass jugaba para ganar, no era una opción que contemplar. La mirada fija en la ventana por la que no hacía muchos minutos había visto marcharse al mortífago que solía informarla desde el principio del curso. Su voz era ronca, pausada, aunque titubeaba cada vez que ella, pérfida, sonreía y se cercioraba de que no había control que escapase a sus labios, ni a su cuerpo, ni a su mente. Sin embargo su misión no era muy divertida, ni siquiera entretenida. Se mordió el labio inferior mientras volvía a tomar el vaso con la mano izquierda para luego deslizar un poco de su contenido por su garganta. Quemaba, quemaba como un dolor.

Al día siguiente tendría que informar a Malfoy de los deseos del Señor Oscuro. Sólo quería asegurarse de que ambos estaban haciendo bien su trabajo, pero en ello estaba implícita la advertencia de que no podían fallar. Afortunadamente cualquier término que llevase implícito ese significado no estaba recogido dentro del diccionario de la mayor de las Greengrass. Nunca se le había dado bien ser amable, mucho menos el tener que dirigirle la palabra a un Gryffindor, mas sabía poner en orden sus prioridades y dejar a un lado su vena más cabrona. Porque eso es lo que era ella, una soberana cabrona. Nadie le daba órdenes, sólo acataba las que quería y le convenían, no siendo tan estúpida -¿Daphne podía serlo?- de pecar de insolente ante quien no tenía ningún aprecio a su vida. Era solamente un instrumento, como todos los demás, mas no todos llegaban a serlo. No era una mortífaga más, no era corriente. La morena era todos los pecados del mundo terrenal reunidos en un solo cuerpo.

El golpe quedo del cristal contra la madera, ladeó la cabeza aburrida y resopló sin más. Una noche tranquila, lejos de curiosos y niñatos estúpidos. Supuso que Astoria estaría con su prima tejona, lo que le daba de lado; no iba a estar detrás de ella como una niñera para una niña de tres años. No lo sería cobrando iba a serlo gratis. Su madre había desistido en el intento de que lo fuera hacía ya mucho tiempo.-Señorita.-la voz del camarero resonó en su cabeza como un martillazo; la gente no sabía cuándo debía de estar callada.-¿No es tarde...?-pero Daphne lo cortó al instante, no estaba allí para hablar de gilipolleces.-No es de tu incumbencia, no te pago para que me des conversación.-zanjó, ladeando la mirada y esbozando una sonrisa socarrona, burlesca y tranquila-.

Me levanté ahogando un grito, envuelto en sudor. Otra pesadilla... Me quité las mantas de encima para poder sentarme en el borde de la cama. Apoye mi rostro entre mis manos, estas a su vez apoyada sobre los codos que reposaban sobre mis piernas. Me revolvi el pelo pensando que la mejor opción era salir de aquí y poder despejar mi mente.

Era tarde, pero eso no era un gran problema para mi. Pasabas mejor desapercibido cuando la oscuridad jugaba de tu parte. Me puse un pantalón vaquero, una camisa y me calcé las zapatillas de deporte para salir de la sala común. Antes de salir a los pasillos cogí una cazadora, fuera haría frió seguro. ¿a que sitio podía ir sin tener que ser molestado por nadie? Dentro del castillo estaba claro que no. Cogí el pasillo que contactaba con el pasadizo que llevaba directo a Hogsmeade, una vez allí me dirigí a la taberna mugrienta de Cabeza de puerco.

Me sorprendió ver allí a Daphne dándole gritos al tabernero que hablaba con ella. Sonrei ampliamente, no esperaba encontrarme a nadie por allí a estas horas.
-Whisky de Fuego - le pedí al tabernero sentándome al lado de la rubia y mayor de las Greengrass

El sonido de la puerta al abrirse la hizo volverse hacia ella sin haber aún desdibujado esa media sonrisa autosuficiente que solía hacer callar a cualquiera que osase molestarla. Ni se inmutó al ver que era Christian Grey el que traspasaba el umbral. Por alguna razón no se le hacía en absoluto extraño el hecho de que se dejase caer por un lugar como Cabeza de Puerco. Lo conocía lo suficiente desde que ambos eran pequeños para al menos tener de su parte ese conocimiento. Control, control y control, no había nada más que eso. Entonces esa sonrisa se transformó en un gesto neutro, con la mirada puesta en él con el mayor desinterés que uno puede imaginarse; quizás ya le había comenzado incluso a afectar algo el quemazón de la garganta. Rodó los ojos para escasos segundos después centrarse en su vaso, tomándolo de nuevo entre los dedos y agitándolo con suavidad. El camarero prefirió desistir en el intento de disuadirla, no era la primera vez que se citaba allí con un mago que por lo menos le triplicaba la edad y eso no la iba a llevar por buen camino. Mas,¿quién decidía cuál era el buen camino y quién no? Daphne pasaba de eso de bueno o malo, la única verdad era lo que ella quería y lo que a ella le interesaba y no había más.

Respondió pues a esa sonrisa del joven Grey con un cruce de miradas, sin aparente significado. Pero claro, quien hubiese visto cómo actuaba Daphne apenas dos o tres veces ya estaría sobre aviso de que un gesto como aquél era símbolo de empezar a poner pies en polvorosa, y más cuando uno se tomaba la licencia de sentarse a su lado. Su ceja derecha se arqueó levemente, estaba interrumpiendo la tranquilidad que aquella noche le brindaba y no iba a permitirle que lo hiciese sin pagar un precio; sus tasas eran bastante altas. Quizás no era un reto, sería lo más probable, pero ya que estaba allí y no la iba a dejar en paz al menos pasar el rato jugando el poco. Empezaba ella, como siempre, y movía ficha.-¿No te han enseñado en tu casa a preguntar antes de nada? Qué poca educación, Grey.-se mofó, con ese deje sarcástico que solía adornar las pocas frases que mediaba con los demás. Y es que la mayor de las Greengrass buscaba hacer daño, destruir, joder y salir ilesa; lo llevaba haciendo desde que tenía uso de conciencia.-Que sean dos.-masculló al instante siguiente, lanzándole en esta ocasión una mirada helada al camarero. Éste bajó la mirada ligeramente y siguió a lo suyo-.

Volvió a hacer tamborilear sus dedos y se acabó la bebida de un trago, relamiéndose al terminar. Tras perder la mirada por breves instantes ladeó la cabeza nuevamente hacia el Slytherin.-Bueno, tampoco había mucho que esperar.-sentenció con crueldad. Un pique, sin más. Si hacía más daño de la cuenta a ella le importaba menos que nada. Nunca iba a medir sus acciones en función de la repercusión que tuviesen en su interlocutor, eso estaba claro. No era una hermanita de la caridad-.

La primera señal de que podía molestarla vino cuando su mirada se cruzó con la mía. Si fuera otro, igual había salido intimidado, pero yo no, no me intimidaba para nada sus miradas que te advierten que no está para bromas. Pasé por alto su advertencia y cuando el camarero me sirvió le di un primer trago al vaso. Solté una risa al oír su comentario. ¿ Educación? ¿Iba hablarme ella de educación? Si alguien tenia educación desde luego esa no era Greengrass. Ella no tenia ni una pizca de eso, y por ello era que me producía llamemos lo... curiosidad. Nos conocíamos desde pequeños, sabia como debía tratarla, como agotar su paciencia, como interpretar sus gestos.
Terminó pidiéndose lo mismo que yo despues de tanto quejarse. Estas mujeres, como les gusta quejarse por todo. Mientras esperaba a ser servida sus dedos tamborileaban en la barra y el sonido me ponía nervioso. Nada mas servirle la copa la Rubia se la acabó. Sonrei de nuevo por una fracción de segundo antes de volver a mi semblante serio.
-Bebe cuanto quieras, no he venido para hacerte compañía
De echo solo había venido para despejar mi mente y con un poco de suerte a encontrar algo que consiguiera aburrirme tanto que me despertara sueño y así poder dormir plácidamente. O eso, o encontrar algo que me agote tanto que caiga rendido a la cama. Un atisbo de picardia iluminaban mis ojos en aquel momento. Solo había una persona en este antro que podía llegar a eso. Aunque dudaba que obtuviera el resultado que quería obtener, con Daphne nunca se sabe.
-¿Que te trae por aqui a estas horas? ¿Tu cita te ha dejado plantada?

Como si necesitase algún tipo de aprobación por su parte para deslizar aquel líquido a través de su tráquea. Siempre había pensado que a Christian Grey le iría mejor si supiese medir bien sus palabras. Por ese tipo de cosas Daphne no solía ser muy habladora, no se haría esclava de cualquier cosa que pudiera mencionar; se curaba en salud, no daba pasos en falso y mucho menos rienda suelta a que alguien la pudiese maniatar o amenazar. Si no se hablaba poco era lo que podía malinterpretarse o volver en contra de uno. Estaba ya más que acostumbrada a darle largos tragos a las copas de whisky, era una rutina que se repetía y se repetía cuando debía de concertar un encuentro con algún informante. Ella solía ser el contacto y no Malfoy puesto que se sospechaba mucho más de él que de una señorita que, cuando quisiera, podría hacerse pasar por una dama inocente e ingenua que no había roto un plato en su vida. Si supiesen que ya había roto lo menos una vajilla ella sola serían mucho más prudentes, con franqueza.

Chasqueó la lengua y se limitó a ignorarlo, como parte del juego. Vendría, Daphne sabía que por mucho que se hiciese el interesante al final acababa siendo el impulsivo, y en ese juego no se podía ganar de esa manera. Demasiados años perfeccionando la técnica como para no saberlo bien.-¿Quieres una foto? Igual te dura más.-espetó con desdén al sentir su mirada fija en su persona, con un toque tan dejado y sutilmente mordaz que la mayoría de las personas ni siquiera entenderían. Eran ya muchos años de partida, muchos años de ser conocidos; por mucho que le costase admitirlo no eran completos desconocidos. Eso era a la par una ventaja y un gran inconveniente. La confianza daba asco-.

-¿No tienes una cita menos usada, Grey? Deberías de ampliar tu repertorio.-le guiñó un ojo, sarcástica. Ni mucho menos le iba siquiera a insinuar que había ido allí a informar un mortífago sobre una misión de suma importancia para todos los seguidores del Señor Oscuro. Sabía guardarse las espaldas y jugar con fuego solamente lo que pudiera, sin arriesgar de más. Era una jugadora nata, una de las mejores caras de póker que pudieses encontrarte; no por nada había sido llamada para llevar a cabo el plan junto al joven Malfoy.- ¿Tú no encontrabas camas de niñas pequeñas que asaltar?-comentó entonces, con total burla hacia su persona. Sí, había movido ficha-.

Su mirada se encontró con la mía y su tono frió y distante tan solo eran palabras para mi.
-No pierdas el tiempo, acabarían en la hoguera junto a todas las demás.
¿Para que quería yo una foto suya? Bastante tenia con encontrármela por la sala común el tiempo necesario para cansarme de ella. Le di un trago largo casi vaciando el vaso, sus vagos intentos de molestarme no iban a dar resultado. A este juego yo tambien sabia jugar no iba a dejarme llevar por sus insultos hacia mi persona.
-No suelo meterme en camas de niñas pequeñas, razón por la cual aun no me he metido en tu cama
Acorté las distancias, quedando a tan solo unos milímetros su rostro del mio. Sonrei con diversión. Estaba a una distancia en la que cualquier otro hombre estaría muerto, tenia que tener cuidado con cada uno de sus movimientos. Eran años conociéndola y sabia como perfectamente actuar con ella. Cogí mi vaso y me fui de la barra a tomar asiento a cualquier otra parte del local.
-¿Como le va a la pequeña Greengrass?
Intenté, creo que en vano, sacar algo de lo que hablar, como esto siguiera así había encontrado el sitio perfecto para encontrar el sueño que me faltaba