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:: Mundo Mágico :: Hogsmeade :: Las Tres Escobas
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Un accidente preciado -Señorita Davis-
Un día largo y agortador, eso había sido todo cuanto se llevaba de la jornada. Levantarse al amanecer era un hábito al que su cuerpo se había acostumbrado por si solo. Despejarse dando un paseo por la campiña que rodeaba su casa, tambien era algo habitual en su larga jornada. Había pasado el día en su mansión pero de una reunión en otra, estaba acostumbrado a ello, no le pesaba tener una tras la otra, eran todas por el bien de sus negocios, debía de cuidar de ellos, tenía varios sobrinos a los que pretendía heredarles una cuantiosa fortuna, si la vida le hacía desdichado en el amor. Que a esta altura era cuanto podía pretender.
Sobre las 13:30 había tenido un receso suficiente para almorzar y refrescarse para enfrentar una larga tarde. A pesar de que era rutinario en el, leer documentos, firmarlos y establecer nuevos contratos, estaba realmente agotado aquella tardecita cuando se dirigió a su sala de entrenamientos a practicar un poco de esgrima con uno de sus sirvientes. Era uno de sus deportes favoritos y pasaba horas en ello, segun le habían dicho sus maestros en sus tiempos era muy bueno en ello.
Una larga ducha relajante, le llevó a comunicar a su ayudante de cámara que avisara a las doncellas que esa noche la tendrían libre, él se dispondría a cenar algo en Hogsmeade. Desde su regreso a Londres, no había tenido oportunidad de recorrer Inglaterra mágica y aunque estaba cansado le daban las energías para visitar el pequeño pueblo.
Ni bien estuvo listo desapareció con destino a las Tres Escobas, había escogido mal lugar para hacerlo, pues al aparecer una joven que caminaba por la vereda le embistió cayendo ambos al suelo. Sintió el pequeño y femenino cuerpo de la joven sobre el suyo y se quedó varios segundos prendado de su belleza. Ni bien recuperó el habla le observó con preocupación, aún él tenía su espalda contra el suelo y la chica sobre su pecho colocó una de sus manos en su brazo con gentileza preguntando -Se encuentra usted bien señorita?
Sobre las 13:30 había tenido un receso suficiente para almorzar y refrescarse para enfrentar una larga tarde. A pesar de que era rutinario en el, leer documentos, firmarlos y establecer nuevos contratos, estaba realmente agotado aquella tardecita cuando se dirigió a su sala de entrenamientos a practicar un poco de esgrima con uno de sus sirvientes. Era uno de sus deportes favoritos y pasaba horas en ello, segun le habían dicho sus maestros en sus tiempos era muy bueno en ello.
Una larga ducha relajante, le llevó a comunicar a su ayudante de cámara que avisara a las doncellas que esa noche la tendrían libre, él se dispondría a cenar algo en Hogsmeade. Desde su regreso a Londres, no había tenido oportunidad de recorrer Inglaterra mágica y aunque estaba cansado le daban las energías para visitar el pequeño pueblo.
Ni bien estuvo listo desapareció con destino a las Tres Escobas, había escogido mal lugar para hacerlo, pues al aparecer una joven que caminaba por la vereda le embistió cayendo ambos al suelo. Sintió el pequeño y femenino cuerpo de la joven sobre el suyo y se quedó varios segundos prendado de su belleza. Ni bien recuperó el habla le observó con preocupación, aún él tenía su espalda contra el suelo y la chica sobre su pecho colocó una de sus manos en su brazo con gentileza preguntando -Se encuentra usted bien señorita?
Fitzwilliam Brandon- Mensajes : 7
Re: Un accidente preciado -Señorita Davis-
Después de hacer mis compras matutinas y haber estado en el pub Cabeza de Puerco donde tuve un encuentro que solo podía calificar como “interesante”, pasé el resto del día dando vueltas por el pueblo. Charlé con algunos compañeros, curioseé escaparates... en definitiva, aproveché el día para relajarme de tanto estudio e hice cualquier cosa para distraer mi mente. Por la tarde, a eso de las 16:15 me topé con un grupo de Ravenclaws que debatían acerca de la calidad de unos artículos de broma de Zonco con respecto a la de Sortilegios Weasley; me divirtió su excesivo convencimiento y observé durante un rato, callada, hasta que sin pretenderlo me vi involucrada de lleno en la conversación.
Aquello se prolongó durante unas cuantas horas, en un principio quise escabullirme lo más rápido posible pero no pude. Al final resultó que el debate terminó en una discusión con todas las letras. Quedé estupefacta al ver a los Ravenclaws sacar las varitas. “¿En serio están dispuestos a maldecirse por tamaña estupidez?” Me pregunté y, tomando decisiones apresuradas, saqué mi varita y silencié a tres de ellos con un hechizo de silencio no verbal.
–¿Alguien más quiere maldecirse por una tontería así? –Pregunté fríamente. Como imaginaba, los otros dos negaron. Eran de quinto y una estudiante de séptimo, que además era de Slytherin, les imponía o eso pensé.
Murmuré el contrahechizo y me alejé al fin de aquellos cinco con el ceño fruncido. Maldecía mi curiosidad, pero en el fondo tuve que admitir que el debate no había estado mal. Y no era que yo gastase muchas bromas, más bien era la que solía defenderse de ellas, pero también por eso mismo estaba informada de los artículos más frecuentes. Viendo el reloj de oro que llevaba en la muñeca izquierda me di cuenta de que el tiempo había pasado muy rápido. A esa hora los estudiantes comenzaban ya a volver al castillo, aunque de hecho aún faltaba tiempo para el toque de queda. “Tengo el tiempo justo para comer algo en Las Tres Escobas”, reflexioné antes de encaminarme al bar.
Iba andando con tranquilidad por la calle y sonreía satisfecha conmigo misma, había comprado lo que necesitaba y estaba todo encogido en mis bolsillos. Repentinamente un chasquido resonó frente a mí y, cuando di el siguiente paso, choqué de lleno con un señor que acababa de aparecerse. Ambos caímos al suelo, yo encima de él.
–¡Lo siento! –Exclamé apenada y algo sorprendida, aquello no me lo esperaba.- Estoy bien, no se preocupe. ¿Se ha hecho daño? –Era verdad, yo estaba bien, no me dolía nada; de hecho, era difícil que algo me doliese últimamente ya que gracias a mi amadísimo padre conocía lo que era el dolor de verdad. Como mucho me habría hecho un rasguño, y probablemente ni siquiera eso.
Me levanté ágilmente y extendí una mano hacia el señor desconocido para ayudarle. Lo vi como algo correcto, ya que había sido yo la que había tropezado con él. –Soy Tracey Davis, encantada de conocerle. –Incliné ligeramente la cabeza, haciendo uso de los modales que me habían enseñado desde pequeña mientras con la mano libre me alisaba la túnica y comprobaba que ninguna de las bolsas reducidas mágicamente se hubieran caído.
Aquello se prolongó durante unas cuantas horas, en un principio quise escabullirme lo más rápido posible pero no pude. Al final resultó que el debate terminó en una discusión con todas las letras. Quedé estupefacta al ver a los Ravenclaws sacar las varitas. “¿En serio están dispuestos a maldecirse por tamaña estupidez?” Me pregunté y, tomando decisiones apresuradas, saqué mi varita y silencié a tres de ellos con un hechizo de silencio no verbal.
–¿Alguien más quiere maldecirse por una tontería así? –Pregunté fríamente. Como imaginaba, los otros dos negaron. Eran de quinto y una estudiante de séptimo, que además era de Slytherin, les imponía o eso pensé.
Murmuré el contrahechizo y me alejé al fin de aquellos cinco con el ceño fruncido. Maldecía mi curiosidad, pero en el fondo tuve que admitir que el debate no había estado mal. Y no era que yo gastase muchas bromas, más bien era la que solía defenderse de ellas, pero también por eso mismo estaba informada de los artículos más frecuentes. Viendo el reloj de oro que llevaba en la muñeca izquierda me di cuenta de que el tiempo había pasado muy rápido. A esa hora los estudiantes comenzaban ya a volver al castillo, aunque de hecho aún faltaba tiempo para el toque de queda. “Tengo el tiempo justo para comer algo en Las Tres Escobas”, reflexioné antes de encaminarme al bar.
Iba andando con tranquilidad por la calle y sonreía satisfecha conmigo misma, había comprado lo que necesitaba y estaba todo encogido en mis bolsillos. Repentinamente un chasquido resonó frente a mí y, cuando di el siguiente paso, choqué de lleno con un señor que acababa de aparecerse. Ambos caímos al suelo, yo encima de él.
–¡Lo siento! –Exclamé apenada y algo sorprendida, aquello no me lo esperaba.- Estoy bien, no se preocupe. ¿Se ha hecho daño? –Era verdad, yo estaba bien, no me dolía nada; de hecho, era difícil que algo me doliese últimamente ya que gracias a mi amadísimo padre conocía lo que era el dolor de verdad. Como mucho me habría hecho un rasguño, y probablemente ni siquiera eso.
Me levanté ágilmente y extendí una mano hacia el señor desconocido para ayudarle. Lo vi como algo correcto, ya que había sido yo la que había tropezado con él. –Soy Tracey Davis, encantada de conocerle. –Incliné ligeramente la cabeza, haciendo uso de los modales que me habían enseñado desde pequeña mientras con la mano libre me alisaba la túnica y comprobaba que ninguna de las bolsas reducidas mágicamente se hubieran caído.
Invitado- Invitado
Re: Un accidente preciado -Señorita Davis-
Cuando vi a aquella joven ágil y hermosa, colocarse nuevamente en pie, supo que a pesar de la caída ella estaba bien, eso le reconforto, bien porque no se había echo daño y además, porque a pesar de todo había podido hacer de colchón humano.
-No se disculpe por favor, fue enteramente mi culpa, debí aparecerme en un sitio más seguro o por lo menos, menos propenso a los accidentes. -Cuando ella respondió su pregunta él se puso de pie y le sonrió suavemente -Si señorita perfectamente bien, era usted quien me preocupaba -dijo dándose un toque con la varita para hacer desaparecer el polvo que pudiera haberse pegado a sus prendas negras, acomodo con delicadeza los puños de su camisa blanca y observó a ambos lados, aún habían estudiantes de Hogwarts deambulando por la calle, así que supuso que faltaba tiempo para que regresaran al Castillo.
Ella tendió su mano para saludarle y él se inclinó levemente en una educada reverencia, quizá sus modales fueran anticuados, pero así le habían educado, demasiadas normas de etiqueta, aplicadas innumerable cantidad de veces, hacían de ese modismo algo habitual en él, que por la práctica parecía ser natural en su persona. Tomó su mano y depositó un casto beso en el dorso de la misma -Señorita Davis, un placer conocerla -dijo mientras fijaba sus ojos en los de ella, esa hermosa tonalidad le retuvo por varios segundos, minutos quizá, eran cautvadores -Soy Fitzwilliam Brandon -respondió liberando con lentitud su mano- Estoy a su disposición señorita, creo es mi deber disculparme con usted por retrasarle en sus planes. -Observó por la calle y agregó casi de inmediato- Sin intención de comprometerla a aceptar, le invito a cenar. Las Tres Escobas no está demasiado lejos y seguro en esta hora deben tener algún platillo especial -le llevaba bastante estatura a la joven y mantenía sus ojos fijos en ella- Me haría el honor de acompañarme señorita Davis? -cuestionó con completa educación ofreciendo su brazo para guiarlla al lugar.
-No se disculpe por favor, fue enteramente mi culpa, debí aparecerme en un sitio más seguro o por lo menos, menos propenso a los accidentes. -Cuando ella respondió su pregunta él se puso de pie y le sonrió suavemente -Si señorita perfectamente bien, era usted quien me preocupaba -dijo dándose un toque con la varita para hacer desaparecer el polvo que pudiera haberse pegado a sus prendas negras, acomodo con delicadeza los puños de su camisa blanca y observó a ambos lados, aún habían estudiantes de Hogwarts deambulando por la calle, así que supuso que faltaba tiempo para que regresaran al Castillo.
Ella tendió su mano para saludarle y él se inclinó levemente en una educada reverencia, quizá sus modales fueran anticuados, pero así le habían educado, demasiadas normas de etiqueta, aplicadas innumerable cantidad de veces, hacían de ese modismo algo habitual en él, que por la práctica parecía ser natural en su persona. Tomó su mano y depositó un casto beso en el dorso de la misma -Señorita Davis, un placer conocerla -dijo mientras fijaba sus ojos en los de ella, esa hermosa tonalidad le retuvo por varios segundos, minutos quizá, eran cautvadores -Soy Fitzwilliam Brandon -respondió liberando con lentitud su mano- Estoy a su disposición señorita, creo es mi deber disculparme con usted por retrasarle en sus planes. -Observó por la calle y agregó casi de inmediato- Sin intención de comprometerla a aceptar, le invito a cenar. Las Tres Escobas no está demasiado lejos y seguro en esta hora deben tener algún platillo especial -le llevaba bastante estatura a la joven y mantenía sus ojos fijos en ella- Me haría el honor de acompañarme señorita Davis? -cuestionó con completa educación ofreciendo su brazo para guiarlla al lugar.
Fitzwilliam Brandon- Mensajes : 7
Re: Un accidente preciado -Señorita Davis-
–Bueno, un error de cálculo lo puede tener cualquiera –Le quité importancia con un ademán y esbocé una ligera sonrisa, con lo que la dureza habitual de mi rostro se vio suavizada de forma inmediata.- Me alegro, entonces. –Añadí al oír sus palabras y ver que se levantaba sin dificultad. Vestía de traje y ciertamente se conservaba muy bien físicamente, de hecho diría sin dudar un segundo que era un hombre bastante atractivo.
Y entonces comenzaron las sorpresas para mí. Su ligera reverencia me pilló desprevenida y logró sacarme una sonrisa, quizá algo desconcertada pero sonrisa al fin y al cabo. Ya nadie mostraba tales modales, o en cualquier caso muy poca gente. Sangre pura en su mayoría, en eventos formales y no hacia cualquier persona, menos aún a alguien como yo que siempre había sido considerada demasiado joven para todo. A continuación depositó un breve beso en el dorso de mi mano y me miró a los ojos durante unos largos, largos segundos. Fue como si... no hallé palabras para describir esa mirada, pero sí sabía que era única porque nadie me había observado así antes, y por un momento ello me hizo sentir especial. No mostré todas mis emociones, sin embargo.
–No se preocupe señor Brandon, no me ha retrasado en lo más mínimo –Confesé con absoluta sinceridad e hice una pausa casi imperceptible- De hecho, iba hacia allí así que estaré encantada de aceptar su oferta –Añadí tras unos segundos y me dispuse a seguirlo. Me percaté de la gran diferencia de estatura entre ambos, él era mucho más alto que yo. Tomé el brazo que me ofrecía y nos dirigimos hacia Las Tres Escobas, que ya no estaba tan lleno como horas atrás. Cuando nosotros entramos, otros estudiantes iban saliendo. Algunos me reconocieron, y obtuve miradas altamente curiosas cuando se fijaron en mi acompañante; ignoré aquellas miradas con indiferencia, en realidad no me importaba en absoluto lo que pudiesen estar pensando.
Ya en el interior del local saludé con un cabeceo a Madame Rosmerta, la camarera y dueña del bar. Busqué con la mirada una mesa vacía y una vez localizada se la indiqué al señor Brandon.
–¿Qué piensa cenar, señor? –Pregunté una vez nos sentamos, viendo que la camarera ya se nos estaba acercando.
Y entonces comenzaron las sorpresas para mí. Su ligera reverencia me pilló desprevenida y logró sacarme una sonrisa, quizá algo desconcertada pero sonrisa al fin y al cabo. Ya nadie mostraba tales modales, o en cualquier caso muy poca gente. Sangre pura en su mayoría, en eventos formales y no hacia cualquier persona, menos aún a alguien como yo que siempre había sido considerada demasiado joven para todo. A continuación depositó un breve beso en el dorso de mi mano y me miró a los ojos durante unos largos, largos segundos. Fue como si... no hallé palabras para describir esa mirada, pero sí sabía que era única porque nadie me había observado así antes, y por un momento ello me hizo sentir especial. No mostré todas mis emociones, sin embargo.
–No se preocupe señor Brandon, no me ha retrasado en lo más mínimo –Confesé con absoluta sinceridad e hice una pausa casi imperceptible- De hecho, iba hacia allí así que estaré encantada de aceptar su oferta –Añadí tras unos segundos y me dispuse a seguirlo. Me percaté de la gran diferencia de estatura entre ambos, él era mucho más alto que yo. Tomé el brazo que me ofrecía y nos dirigimos hacia Las Tres Escobas, que ya no estaba tan lleno como horas atrás. Cuando nosotros entramos, otros estudiantes iban saliendo. Algunos me reconocieron, y obtuve miradas altamente curiosas cuando se fijaron en mi acompañante; ignoré aquellas miradas con indiferencia, en realidad no me importaba en absoluto lo que pudiesen estar pensando.
Ya en el interior del local saludé con un cabeceo a Madame Rosmerta, la camarera y dueña del bar. Busqué con la mirada una mesa vacía y una vez localizada se la indiqué al señor Brandon.
–¿Qué piensa cenar, señor? –Pregunté una vez nos sentamos, viendo que la camarera ya se nos estaba acercando.
Invitado- Invitado
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