Books, come to me ► Elizabeth

¿Criaturas mitológicas? no, ese ya se lo había leído hace dos semanas ¿Historia de los muggles? no, sabia lo suficiente de ellos como para leer eso ¿Es que no había nada que Merida no hubiese leído? Oh bueno, algo que a Merida le llamase la atención. La mayoría de los libros contenían las mismas cosas, solo que algunos eran más viejos y tenían más contenido, pero nada diferente. Merida suspiro. Si los libros interesantes ya se los había leído y lo demás que para ella era basura no le interesaban, pues ¿Qué haría? Lo único que hacia en Hogwarts, además de estudiar y aprender hechizos, era leer. Volvería como a sus primeros años en el castillo, estar sola sin nada que hacer excepto dormir "Tal vez si dejaras de ser tan seria tendrías amigos" se agarro de la cintura su Merida interna mientras la miraba furiosa "Tal vez si la mayoría de los estudiantes de Hogwarts no fuesen unos idiotas los tendría" responde Merida enojada.

Y la verdad era esa, la mayoría de los estudiantes de Hogwarts eran unos idiota, oh bueno, para ella los eran. Todos eran rebeldes, y cuando me refiero a rebeldes es todos se acostaban entre si. Parecía el castillo de las hormonas a millón. Merida mordió su labio inferior, sintiendo una leve punzada en la pequeña herida que se había hecho el día anterior en una de sus épicas caídas ¿Qué haría? no prentendía salir de la biblioteca, eso si. O encontraba un libro o dormiría ahí hasta trajesen alguno nuevo. —Bien ¡a buscar!— se animo a si misma, para volver a buscar entre las estantería, montañas de libros y debajo de las mesas.

En la estantería que estaba a su derecha no había nada. Puros libros para estudiar. En la que estaba a su izquierda lo único que habían eran libros sobre defensa y esos ya se los había leído. En las montañas de libro... Dios, ni los quería mirar. Debajo de las mesas... bueno, no había revisado debajo de las mesas. La rubia se agacho y asomo su cabeza. Abrió la boca sorprendida, si que había libros tirados. Sonrió de lado para luego gatear y empezar a recoger todo libro que encontraba, el primero: Como cuidar a tu mascota, no. El segundo: Plantas medicinales, no. El tercero: Historia griega, ¡Eso! ¡Historia Griega! —¡Si!—exclamo Merida emocionada levantándose dándose luego un golpe en la cabeza para soltar luego un pequeño quejido, "Valió la pena" pensó feliz, mirando el libro que sostenía en su mano derecha mientras se sobaba su cabeza con la otra mano. Con cuidado, Merida salio de la mesa, dejando escapar sonoramente una gran cantidad de aire.

Si había un sitio en el que estaba más acostumbraba a estar, ese era sin dudas la biblioteca, allí podía pasarme horas enteras, distraída entre libros, sumida en diferentes mundos, en diferentes historias, siendo de cierta forma partícipe de lo que mis ojos leían, sintiendo lo que los protagonistas vivieron e imaginándome a mi misma en ese fantástico mundo. Siempre que iba, tenía que colocar un hechizo que me alertara del tiempo, sino perdía mis clases y tras el primer año y varios castigos por no asistir, me había dado cuenta que debía hacer algo al respecto.

Ese día me había levantado temprano, ni bien los rayos del sol, habían atravesado la ventana, habían dado en mis ojos, tras removerme en busca de una mejor postura para continuar descansando, me había dado cuenta que no lo conseguiría y había marchado a darme una ducha fresca; mientras estaba en eso, pensé que un desayuno rápido me daría tiempo de ir en búsqueda de algún libro.

Media hora mas tarde entraba en la biblioteca, cargando mi mochila en uno de mis hombros, dispuesta a ir a la sección de libros muggles, en realidad me gustaban todos los libros, sin importar temática, desde libros antiguos de historia, de hechizos, encantamientos, magia en general, hasta novelas románticas, tanto mágicas como muggles, aunque también leía de terror, policiales, lo que fuera que cayera en mis manos. Con una sonrisa me dirigía hacia la zona de novelas, cuando me percaté, de que alguien estaba bajo una mesa, me detuve observándola, aunque desde mi postura, solo se observaban la parte posterior de sus piernas, su falda cubriendo su ropa interior, yo sonreí esperando que sea quien fuere, saliera de allí abajo, escuché primero su exclamación y deduje que había encontrado lo que estaba buscando, luego sentí el ruido cuando se golpeó la cabeza contra el borde de la mesa e hice un gesto, sabía cuanto dolía.

-Hola -saludé, no quería que pensara que hacía rato que estaba viéndola, aunque no hacía demasiado en realidad; yo tenía un destino, no estaba simplemente vagueando por allí, así que le sonreí, ella llevaba el uniforme de mi casa y le había visto muchas veces, incluso habíamos intercambiado palabras en alguna ocasión. -Estas bien? -pregunté señalando su cabeza en un movimiento sutil de mis ojos. Mientras esperaba me respondiera, sentí curiosidad por el tesoro que ella hubiera encontrado debajo de la mesa, era un libro del que aún no lograba ver la portada, así que me acerqué a ella un par de pasos -Valió la pena? -pregunté ahora viendo el libro, aquella biblioteca contenía de todo, era una lastima que muchos no la valoraran, aunque eso tenía sus ventajas, los Ravenclow podíamos disfrutarla a pleno, sin ser molestados.

Merida siempre pensó que valían la pena todos los golpes en la cabeza posibles para poder conseguir un libro. Estos siempre han sido de gran utilidad para las personas y, para Merida, eran sumamente necesarios pues eran su vida. Fueron un gran apoyo de pequeña, pues, a la ausencia de su padre -en vida, porque en cuerpo estuvo siempre presente- y la muerte de su madre, pudo mantenerse fuerte y aprender muchas cosas. Con ellos fue creciendo y se fue convirtiendo en una mejor persona. Y al final se ha quedado a lo que Merida es ahora; una luchadora, una chica independiente que no necesita de la ayuda de alguien para poder progresar en la vida. Eso es lo que Merida ahora es.

Con infinita felicidad notable en sus ojos, abrió un poco un libro, más al instante lo cerró con brusquedad para subir su mirada fastidiada hacia la chica que había destruido su momento. La conocía. Muchas veces la había visto pues pertenecía a la misma casa, a Ravenclaw. Nunca le había interesado la chica, siempre la vio con una gran cantidad de chicas que se le acercaban con la intención de ser sus amigas. Merida nunca se había tomado las molestias de tratar de ser una amiga para ella. Y la verdad es que la idea no le agradaba tampoco. Prefería conseguir amigos que en verdad le interesaran —Hola— respondió con expresión seria, pero con una leve sonrisa en sus labios para no parecer molesta. Abrió un poco sus ojos ante su pregunta. La había escuchado, internamente se golpeaba contra una pared. Qué vergüenza. —Si, estoy bien— respondió tocándose el lugar del golpe haciendo una pequeña mueca de dolor por el tacto de su mano. Parpadeo un par de veces para luego responder a su próxima pregunta. —Si, valió la pena...— le mostró el libro —Mitología griega...— sonríe.

Había leído un poco de eso de pequeña. Le había fascinado la historia de los dioses, le parecía curioso como los romanos le tenían un infinito respeto. Una de sus diosas favoritas era Atenea, diosa de la guerra, la sabiduría, la justicia y entre otras cosas más que Merida no recordaba en esos momentos. Merida por alguna razón la admiraba, extrañamente se sentía como ella, aunque no llegaba ni remotamente a serlo. Pero aun así la admiraba. —Y tu... ¿qué haces aquí?— pregunto algo estúpida, era obvio que a leer. Uno no va a la biblioteca a echarse aire y contemplar el techo.