¿Porque el pollo cruzo la carretera? (Elizabeth)

Tenía la tarde libre, no sabía donde se encontraba mi hermana, no sabía donde se habían metido mis compañeras de curso y sentía una gran pereza de salir a buscarles. Lo cierto es que en aquella sala común me estaba sintiendo agobiada, quizá fuera porque la chimenea estaba encendida, el calor que desprendía mezclado con el aroma de mi perfume, o quizá era el otra chica, hacía que me sintiera entre agobiada y asqueada, ese sopor estaba causando que mis ojos se cerraran lentamente. Pero no! No podía quedarme a dormir la única tarde que tenía libre en la semana.

Con bastante pereza me coloqué de pie y salí al pasillo, el cambio de temperatura fue notorio, y mi último paseo nocturno no había ayudado en nada, bueno debía admitir que había valido la pena, pero el frío del recorrido me había provocado ese resfrío molesto que me hacía andar cargando pañuelos conmigo; la pesadez de mi propia cabeza, más los incesantes estornudos, me dictaban que el mejor sitio era el sofá frente a chimenea, pero era la tarde libre y no iba a quedarme como una torpe enferma, en soledad.

Si el pasillo estaba frío, el patio lo estaba aun más, una brisa un tanto gélida corría por allí, yo había rodeado mi cuerpo con mis brazos, porque estaba tan despistada que había olvidado mi abrigo. Observé a ambos lados, el patio estaba lleno de chicos y chicas de distintas casas y cursos, así sería imposible encontrar a mis compañeras, o a mi hermanita.

Tomé el camino que dirigía a la fuente, era de los sitios más bellos del patio, pero necesitaba sentarme, estaba con temperatura eso era casi un hecho y podría inclinarme y refrescarme el rostro con un poco de agua mientras hacía tiempo para que me encontraran, si es que se acordaban de mi... Llevaba mis pañuelos en una mano y con la otra soplaba mi nariz, segura de que me faltaba más distancia hasta el borde de la fuente, pero no, estaba más cerca de lo que había pensado y había acabado chocandome contra en pequeño murito y para equilibrarme y no caer, tuve que colocar la mano llena de pañuelos dentro del agua, mojándome casi al completo la manga del suéter que llevaba puesto, en el proceso mi rodilla se raspó con las frías piedras de las que estaba construido y yo maldije esperando que nadie me hubiese visto -Maldita torpe! -dije entre enojada y lloricosa, pues mi rodilla ardía, estaba mojada, con fiebre y con la nariz más roja que un payaso y mi hermana me había abandonado! Lo peor que podía sucederme era que alguien me viera en aquella patética situación, mordí mi labio sentándome en el orillo mientras colocaba mi pierna flexionada cerca del agua, agradeciendo llevar falda, mojé suavemente mi rodilla entre suaves quejidos, mientras me soplaba la herida, que se limitaba a un raspón, pero ardía como los mil demonios -Ay assss ayyy! -esperaba que nadie me oyera, no me gustaba dar esa imagen.